martes, noviembre 28, 2006

Bernales Unplugged

Bernales estira por segunda vez su brazo para que el garzón lo vea y asienta con la cabeza. La cuenta ya viene. Me mira fijamente, bebe su último sorbo de cerveza y eructa con suavidad hacia el costado, en sordina, sin dejar de mirarme. La situación me pone nervioso y bajo un poco la mirada mientras me rasco inexplicablemente una oreja. Si deseaba crear una situación en la que él establecía algún dominio y yo era el dominado, se ha completado la faena. Sin embargo, en ese momento no entiendo su propósito. Hace deslizar el tiempo como si fuera maleable, y luego de un segundo eructo, esta vez un poco menos soslayado, comienza a hablar. No logro retener todo lo que dice, por eso de mantener la vista tan fija en mí y el tanto bajar la mirada y rascarme, ahora, la otra oreja, pero es claro que me desea transmitir una especie de declaración de principios, una suerte de moralina contextualizada en los tiempos que le tocó vivir: que el no era comunista, era más bien un socialista de quinto enjuague, suscrito a una de las tantísimas corrientes que había entonces, “… de los de Mandujano, pero en una junta o comité o no me acuerdo cómo se llamaba, un tal Céspedes se escindió para formar una comisión unitaria con los de Briones o los de la Convergencia, ya no lo retengo. Eso de la comisión unitaria no funcionó, y los de Céspedes, que eran de Talca, quedaron solos y se pasaron a llamar Comisión Unitaria Maule, y yo fui el jefe del Comité Central A Santiago, que así se denominó, por lo que rápidamente nos comenzaron a llamar socialistas CUMAS. El resultado fue desastroso. Mientras yo me desgañitaba haciendo militancia entre la universidad y mi barrio, por debajo iban otros aportillando mi discurso y diciendo que eso de CUMAS iba muy bien con mi aspecto y con mi origen. No tarde en darme cuenta de lo inútil de mi esfuerzo, saqué mis conclusiones y me largué del partido, asqueado de lo que me hicieron. No guardé rencor, pero planifiqué mi desquite con absoluta frialdad…”.
Entendí entonces el porqué de su mirada y su efecto en mí. Necesitaba que le creyera, que hiciera causa común con su decepcionante experiencia. No lo necesitaba: las conclusiones que sacamos entonces ( y aún ahora) seguramente fueron las mismas , aunque, por lo menos desde mi vereda, no hay remordimientos. Desazón si.
“… Después de eso, y tu lo sabes, me cambié de universidad…. y de bando, pero esto último sólo formaba parte de una estrategia y, si quieres, de una venganza. Me construí una leyenda, ayudado por una serie de malentendidos que no me apuré en desmentir ni aclarar. Alguna tarde me vieron conversando con un tal Pantoja, que era de verdad un agente. Yo lo conocía de mi barrio, jugábamos a la pelota en la calle y, como ocurre de común, dejé de verlo por muchos años. Nos reencontramos, nos abrazamos y conversamos largo rato. Mientras la charla se conducía por el cauce de las cuestiones triviales yo ya había decidido que ese acercamiento me serviría para construirme una imagen de traidor y de soplón. Y no sólo la obtuve, te consta, sino que además me granjeé una especie de amistad con otros sujetos de mayor poder. El tal Pantoja era apenas un lacayo, un lustrabotas del régimen y para acceder a los siguientes escalones había que hacerse conocido .Hablé con el jefe, que no era otro que el director de una carrera - te sorprendería saber de quien hablo- y con sólo eso ya tuve las puertas abiertas para que se me reconociera como un “colaborador”. Todo tan fácil como haberme convertido en socialista. Y así, por largos cuatro años. Nadie pedía informes, nadie me solicitaba verificar la información; yo sólo decía lo que lograba oír en los patios, en los baños, en el casino, lo que soplaban algunos despistados. Entretanto estudiaba, no sabes con qué desesperación estudiaba, porque sabía que era mi única salvación, la única posibilidad de librar en este juego en que me había metido, porque, aunque no lo creas, había riesgo…” .

Eso era. Bernales sabía de mi existencia .
“… Porque seguramente algún estúpido me tomó en serio y ofreció un precio por mi traidora cabeza y porque además hubo otros tan idealistas como imbéciles que se tomaron al pié de la letra la oferta y comenzaron con el acoso. Y hubo algo parecido a una emboscada, en el patio de las rosas, ese pequeño, en donde se preparaban los exámenes, nada grave, unas cuantas patadas y una pistola ridícula en mi cabeza, niñerías. Después nada. De seguro algún dirigente más avispado les profetizó que Bernales sería pasado en breve tiempo … “ .
Eso era. Bernales alguna vez supo de mi, por eso todo aquello de la mirada fija y toda esa puesta en escena.
“… Jamás me preocupé de averiguar quienes habían sido. No me importó, no porque me importaran un carajo mis huesos, ni porque comprendiera que aquello formaba parte del riesgo de jugar mi juego .La razón era un poco más práctica: las caras de mis agresores serían las caras de mis socios en los próximos años.
Días antes de aquella golpiza había escuchado una conversación entre varios de los más conspicuos dirigentes estudiantiles. Diez o más. Decían que ya no era el momento de las resistencias de corte romántico. Que ahora lo que se llevaba era el posicionamiento, que apenas faltaban dos años para recobrar la democracia y con ello, el poder. Argumentaban que había que estar preparados intelectualmente para gobernar y que el liderazgo se probaba trabajando en la avanzada, no en la barricada. Hubo murmullos, alguno se atrevió con un discurso de corte revolucionario pero, en medio de las consignas, se puso de pié un tipo alto de pelo claro y algo mayor que el resto y lo hizo callar. “El desafío del futuro impone que estemos donde se debe estar”, dijo. Si los asistentes a esa reunión no entendieron lo que les quiso decir el tipo es cuestión de ellos, lo que es yo, no olvidaré jamás esas palabras.


Bernales y la conchetumadre.

4 comentarios:

Eulalia dijo...

¡Ay, Señor!,
Los comportamientos que narra Bernales son tan parecidos - gemelos, diría yo - que casi les podría poner nombre y apellidos.
No seas demasiado cruel, Solís.
Un beso.

Eulalia dijo...

¿HAY ALGUIEN AHIIIIIIIIIIII?
Despierta, Solís, que es sábado :DD
Un beso.

Eleuterio Gálvez, el cónsul temerario dijo...

Señor Solís:
Tiempo ha que no me aparecía por aquí, desde antes de la entrega que hoy comento y, la verdad, temo por Ud. ¿en qué aprietos le ha puesto Bernales?
Si mal no recuerdo, adelantó Ud. que este señor sería la fuente de sus ingresos. Pensé en "La Oficina", o en un Sr. Guardia, me parece.
Por favor, dénos una señal.
Ya ve cómo Eulalia (Lula, que le dicen) también está preocupada.
Saludos,
Eleuterio.

Eulalia dijo...

Querido Solís
Por aquí ya se habla de la probabilidad de que, al menos las causas que el difunto tenía en España, sigan su curso, para al menos restablecer verdades e imponer justicia. La hija de Allende también abonó esa línea.
No esté triste, amigo mío, no esté triste: trabajen para que sobre la familia del viejo canalla caiga todo el oprobio, y que nunca puedan descansar.
Cuide de Adriana.
Un gran abrazo solidario.