martes, noviembre 07, 2006

Santa Teresa dixit

“Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas”, Santa Teresa dijo, y tal como le ocurrió al personaje de Capote, mis plegarias obtuvieron respuesta, con sus consabidas lágrimas, que no fueron precisamente lágrimas, sino más bien molestias, interrupciones y largas conversaciones con Bernales. Porque fue Bernales quien encontró la solución para mi poco agradable condición de cesante, aunque no de forma directa. Y esa solución, la final, fue el principio de un verdadero mar (o debiera decir, mejor, lago) de lágrimas que debería derramar para agradecer esas plegarias.
Porque el pago de mi manda comenzó apenas terminado el funeral – que sería el último en que participaría – ;y el primer movimiento se ejecutó, paradojalmente pizzicato tanto, mientras nos sentábamos a esperar las cervezas, que pedimos en ese pequeño bar. Allí se abrió un particular e inédito silencio entre los dos. Sería una de las pocas ocasiones en las que tendría tiempo para pensar sin que Bernales me interrumpiera en las próximas semanas, y presiento que fue un acto deliberado de su parte, parte de la pieza que ejecutaba. En ese minuto, largo y extraño, lo recompuse en mi memoria, hace veinte años. Y ese recuerdo no fue divertido.
Nada es divertido cuando a uno se le viene encima la imagen de un tipo que parece despreciable para los ojos de aquella época ( o de cualquiera época si se quiere), que apenas dos o tres años antes personificaba todo lo contrario a lo que entonces veía y que, sin ningún pudor ni deseos de esconder su pasado, ejecutaba una versión tercermundista del quintacolumnismo, scherzo, eso sí con los mismos aires suficientes y pagados de sí mismo que en su aparición en plan revolucionario. Bernales, era ahora un soplón.
Y tampoco es divertido recordar que, aparte de la visión de Bernales, en esa misma escena se encuentra uno, veinte años antes, intentando conseguir aquello que, finalmente, no consiguió y que pensándolo bien, ahora ( y siempre desde hace veinte años) hubiera preferido las lágrimas de un plegaria concedida a esta sequedad de ojos que no ven más que el paso del tiempo y una hilera larga de desencuentros, también llamados fracasos.

6 comentarios:

Eulalia dijo...

Solís, cada día me inspira usted más ternura.
Y no digo más, porque llueve, estoy triste y tengo hambre.
Un beso.

Solis dijo...

Eulalia: Agradezco la ternura, porque siempre hace falta.Ya ve, a trancas y barrancas, cada tanto, le echo un leñito a esta hoguera.
No tengo remedios para tantos males, menos por para ser enviados por la red. Por acá está nublado ( no vivo en Santiago), hoy no amanecí triste y de hambre, bueno, me estoy comiendo un bocadillo, se lo decsribo: empanada frita de camarón y queso.
Besos, muchos besos para que la pena pase
Solís.

Solis dijo...

Eddy: Gracias por el post; nada puedo decirte, los recuerdos son como ellos son y qué diablos, así se vienen.
Abrazos

Eleuterio Gálvez, el cónsul temerario dijo...

Santiago, 13 de Noviembre de 2006

Ref.: lo que indica.

De mi consideración:

Para los fines a que hubiere lugar, informo a Ud. que, según información contenida en entrega anterior de Eulalia, ésta está de cumpleaños en el día de hoy.
Le saluda atentamente,

Eleuterio Gálvez
Cónsul disponible.

Eleuterio Gálvez, el cónsul temerario dijo...

De mi consideración:
Pese a no profesarme Ud. simpatía, sepa que me preocupa su mala relación o, diríamos, la escasa coordinación con su editor.
Realmente, lo echamos de menos, Sr. Solís; a ver si nos regala una entrega por estos días, no sea que un embuste de Bernales o algún elixir veritate suministrado en el Quitapenas lo tenga ahora a Ud. apartado del buen convivir.
Atentamente,
Eleuterio Gálvez.

Eulalia dijo...

Solís,
¿Encontraste trabajo, y por eso no te das ni siquiera una vuelta por la bitácora?
Sería una buena noticia.
Un beso.